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Respuestas ante la ansiedad




Para referirse a la ansiedad es frecuente utilizar expresiones del tipo “estoy nervioso”, “tengo miedo”, “tengo ansiedad ante los exámenes”, “tengo fobia a las arañas”, etc. para referirnos a un patrón similar de respuestas infantiles. Con frecuencia, los términos de miedo, ansiedad, fobia tienden a ser empleados como sinónimos para hacer referencia a una serie de síntomas de malestar que experimenta la persona en un momento u otro de su trayectoria vital. 





Podemos englobar las respuestas de ansiedad en TRES tipos:
  • Respuestas cognitivas. Las respuestas cognitivas son aquellos acontecimientos internos, conscientes o no, que suponen un procesamiento de la información a nivel del sistema nervioso central. Los síntomas cognitivos de la ansiedad reflejan:
    • Fenómenos sensoriales/perceptivos: Visión borrosa, objetos que parecen distantes, entorno que parece diferente o irreal, hipervigilancia hacia lo que se teme.
    • Dificultades para pensar: Imposibilidad de recordar cosas importantes, confusión, dificultad para concentrarse o razonar, incapacidad para controlar los pensamientos, etc.
    • Errores cognitivos: Entre otros, sobrestimación de la probabilidad de las consecuencias temidas (enfermedad, muerte, volverse loco, ser evaluado negativamente, perder el control, desmayarse), exageración de la gravedad de las mismas y minusvaloración de las propias capacidades de afrontamiento y de la ayuda que pueden ofrecer los demás. Ejemplos de pensamientos e imágenes mentales relacionados con situaciones fóbicas son:
      • Percepción de estímulos amenazadores: “el perro tiene un aspecto muy fiero”, “la oscuridad es peligrosa”, etc.
      • Evaluación negativa del repertorio conductual de afrontamiento: “soy miedoso”, “no me atrevo”, etc.
      • Preocupación por las reacciones somáticas: “¿y si me desmayo?”, “¿y si me mareo?”, “¿y si vomito?”, “¿y si me orino?”, etc.
      • Rumiaciones de escape/evitación: “no pienso ir al dentista”, “en el recreo me marcho a casa”, etc.
      • Expectativas de daño: “el gato me arañará”, “me va a doler la inyección”, etc.
  • Respuestas psicofisiológicas. Las respuestas psicofisiológicas son el producto de la acción del sistema nervioso vegetativo (simpático y parasimpático) y del sistema neuroendocrino (hormonal). 
    • Las respuestas electrodérmicas: El aumento de actividad de las glándulas sudoríparas se manifiesta, sobre todo, en las palmas de las manos sudorosas, húmedas o pegajosas, produciendo un incremento de la conductancia de la piel.
    • Las respuestas cardiovasculares: El aumento de las contracciones cardiacas en frecuencia (taquicardia) e intensidad (palpitaciones) eleva la presión arterial y la tasa del pulso. Los cambios en el flujo sanguíneo varían la coloración de la piel (enrojecimiento o palidez) y la temperatura (calor o frío súbitos).
    • Otras respuestas: Aumento del tono muscular, que puede producir movimientos espasmódicos y percibirse como entumecimiento o tensión en diversas zonas del cuerpo; incremento de la tasa respiratoria, que se percibe como sensaciones de ahogo, acompañadas, a veces, de suspiros, etc.
  • Respuestas motoras. Las conductas motoras son el producto de la acción del sistema músculo-esquelético e influyen tanto en las conductas manifiestas objetivamente observables (lo que la persona hace o dice) como en el nivel del tono muscular.  Pueden distinguirse:
    • Respuestas de evitación activa: El niño lleva a cabo una acción que obvia la aparición de los estímulos que provocan las respuestas de ansiedad; por ejemplo, duerme con la luz encendida para evitar el miedo a la oscuridad.
    • Respuestas de evitación pasiva: El niño deja de realizar una acción logrando que los estímulos evocadores de las respuestas de ansiedad no se presenten; por ejemplo, no va a dormir a casa de un amigo para evitar el miedo a separarse de mamá o papá.
    • Respuestas de escape: El niño se aleja del objeto temido cuando se encuentra  de forma inesperada con él o por presión socia; por ejemplo, el niño sale corriendo cuando se encuentra con un perro que le da miedo.
    • Respuestas motoras alteradas: Si las condiciones fuerzan al niño a mantenerse en la situación temida, aparecen perturbaciones de la conducta motora verbal (voz temblorosa, bloqueos, repeticiones, equivocaciones al hablar, temblor de voz etc.) y no verbal (tics, temblores, llanto, muecas faciales, tensión muscular, piernas inseguras, nudo en la garganta, etc.); por ejemplo, el niño soporta la presencia del perro mientras llora y se agarra fuertemente a papá.









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